A continuación realizaremos un análisis de la evolución de Penélope como personaje a través de los distintos poemas en los que podemos apreciar su presencia.
El primer poema que analizaremos será El viento en Ítaca, de Franciso Aguirre.
FRANCISCA AGUIRRE (Alicante, 1930)
El viento en Ítaca
Sentada ante su bastidor, ella fue dueña
del lentamente desastroso Imperio de los días.
Sus manos la pesada tarea asumieron
y una constancia más fuerte que el cansancio
junto a ella se sentó.
(Frente a la terquedad de su dedos fabriles
el mar entonces fue sólo una gota mesurable
y el horizonte un mirador en torno a Ítaca.)
Un viento de regreso silbó una madrugada:
despertar fue asomarse a un campo de batalla asolado.
La luz fue descubriendo la figura sentada
que acariciaba compasivamente la tela dactilar,
su patrimonio de trabajo y de horas,
sus madejas de canas.
(Una costumbre de quietud
y una tristeza como un perro a sus pies
la rodearon de silencio.)
Lejos resonaba la voz, la voz de Ulysses.
Frente a su bastidor, desesperadamente,
ella intentaba recordar un nombre,
sólo un nombre:
el que gritaba Ulysses por las calles de Ítaca.
En este poema la protagonista es Penélope. El poema cuenta la soledad que siente la protagonista ante la falta de Ulises y como refugia toda su esperanza de que su marido vuelva en el tejer del sudario. Penélope se desesperaba intentando recordar a su amado frente a su bastidor, cansada de tejer y destejer.
El siguiente poema es Ítaca, de Teresa Ortiz.
TERESA ORTIZ (Madrid, 1950)
Ítaca
Tal como prometió ha vuelto el rey de Ítaca.
Ha sido un largo viaje.
Por ti desafié la ira de los dioses.
Atrás quedaron tierras, caricias de otros brazos.
La música más bella que un mortal escuchara.
Hoy brilla el mismo sol en este hermoso cielo
que iluminó violento los días de mi dicha.
Bajo él vi muchachos que luego fueron hombres.
- Ambición y codicia cambiaron sus miradas
como cambian al mar el viento y las tormentas.-
Y aunque rogué a los dioses no ver esta mañana
de nada me ha servido.
Cumplido he mi destino: de mi astucia y mi fuerza
guardarán fiel recuerdo los hombres y los mares.
Todo valió la pena pues me esperaba Ítaca.
Mas Ítaca eras tú, mi prudente Penélope
que guardaste mi casa, defendiste mi hacienda.
Quien osó despojarnos lo pagó con la vida.
Al igual que esta tierra he sido sólo un sueño.
Demoré cuanto pude tu estancia lejos de ella.
Yo fui Circe, Nausícaa… Ítaca no existió.
Tu vuelta me condena, al reino de las sombras.
Muertos los pretendientes ya todo es como antes.
Nada importa si el tiempo dejó huella en tu rostro.
Para mí serás siempre aquella que me espera,
tejiendo mi regreso.
¿Los pretendientes, dices?… Soy demasiado vieja.
Casi no te recuerdo y nunca esperé a un héroe.
Sí, mi nombre es Penélope.
Ulises alaba a Penélope por esperarlo siempre pese a tener opciones que a su forma de ver, serían mejores ya que su regreso todo será como antes, nada cambiará y con algunos de sus pretendientes todo le podría ir mejor. Ella destaca que es demasiado vieja para sus pretendientes, que no esperaba nada nuevo a su llegada y sigue siendo la misma.
JOSÉ LUIS PUERTO (Salamanca, 1953)
Somos Penélope que espera
En Ítaca al Ulises que soñamos.
Tejemos ilusiones en el cénit,
Al ocaso la vida destejemos.
Somos tal vez la mueca de los dioses,
Cualquier siniestra burla del Olympo.
Y ese porquero anónimo, inconsciente,
Lo reconocerá, mientras nosotros
No sabemos que llega.
* * * * * * *
En los andenes, el tumulto,
El tráfago inmediato de las gentes,
Ese ligero pálpito en la sangre,
Anuncia imperceptible
Una llegada próxima.
Tal vez el propio Ulises
Arribe a nuestra casa,
Tras larga, accidentada peripecia,
A habitar entre nosotros.
El poema de José Luis Puerto tiene como personaje principal a Penélope y habla de que ésta está esperando a Ulises, que no regresa. La mujer se hace ilusiones de que va a volver y mientras se refugia tejiendo el sudario.
El siguiente poema, Penélope y su mudanza, de Marina Aoiz.
MARINA AOIZ (Tafalla, 1955)
Penélope y su mudanza
I
¡Ay, Ulises, cómo duelen
los silencios del agua!
Besa el sol una caracola
abandonada en la playa.
En su espiral
se enredan cada tarde
las sombras de tu ausencia.
Cuando otros brazos
te hacen la noche menos larga,
crece mi tela de araña.
Yo bebo una pócima amarga
y las espinas de mis dedos
destejen la distancia.
Ulises, qué dolorosos
los silencios del agua.
II
He representado mi papel con dignidad.
Abandonado entre las matas de ilagas
el vestido de seda salvaje,
el de Mujer Araña. Ahuyento a pedradas
La caterva de sarnosos pretendientes.
¡Al fin libre! Ya no espero nada.
Ni a nadie.
La tarde lame mi piel salada.
Ser sola es mi auténtica Odisea.
La protagonista es Penélope. En la primera parte muestra el daño que le está haciendo que Ulises no esté con ella, se siente sola y está intranquila porque ha pasado mucho tiempo y aún no sabe nada de su amado. En la segunda parte se aprecia como Penélope se ha hecho más independiente, no quiere elegir a ningún pretendiente, ni esperar a Ulises, quiere ser libre y vivir su propia Odisea.
BEATRIZ HERNANZ (Pontevedra, 1963)
Yo no puedo ver la extraña melancolía de tus manos.
- Quién le pone espuelas a la noche,
quién le roba los sueños al destino,
quién ofrece más heridas a la muerte -.
Penélope
trenza lenta un manantial de esperas,
convida al sueño con la sal de su silencio.
Y la piedra,
arrugada de quietudes,
condenada en la línea del horizonte,
dice aquí estoy, sola,
no me caben más caballos en el pecho.
Tal vez pronuncie su nombre,
intransigente, la marea.
Penélope,
con el suelo desolado,
inhabitable del reloj,
disfrazada de un galope de latidos,
ha huido.
Se abrió también la noche en sus manos de silencio.
En el poema de Beatriz Hernanz vuelve a ser Penélope la protagonista y dice como ésta espera a Ulises, poniendo toda su esperanza en el tejer del sudario. Penélope se siente sola sin su amado, pero no quiere a otro hombre.
El personaje de Penélope en la época clásica muestra una mujer afligida y pensativa, pero poco a poco se ha ido transformando el mensaje de la Odisea a lo largo de la historia, que poco a poco ha perfilado una Penélope introspectiva y activa en su telar que rige nuestros destinos. Su negativa a cortar el hilo final o concluir la obra conduce a la suposición de que dominaba la vida de Ulises.